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esta estructura actual pero ya venía-mos trabajando sobre esta nueva for-ma de entender la extensión, sin pro-yectos de fnanciación, con menos gente pero que en gran parte de los casos estaba adaptada a trabajar así. El asesoramiento individual es el más efcaz para el productor pero no el más efciente y los recursos siempre eran escasos. Llegamos a la conclusión que siempre hay una masa a la que no podemos llegarle, pero descubrimos que se les podía llegar a través de los vecinos, de al-guien que acudía a las reuniones y les comentara. Para conocer más sobre cómo llegarle al público hici-mos algunos trabajos con la cátedra de extensión de la Facultad de Agro-nomía, sobre el efecto multiplicador de la extensión.
Respecto a los funcionarios, hubo una reducción de personal, antes éramos más de 80 y quedamos poco más de 30. Creo que los que queda-mos en el Plan no sentimos los cam-bios, pero hubo injusticias, hubo téc-nicos que debieron haber quedado. Además, pasamos de tener una of-cina en cada departamento a una por región; también al productor se le hizo difícil porque estaba acostum-brado a ir a una ofcina que se cerró. Hubo cambio en los desplazamien-tos, cambió la manera de trabajar, se mejoraron los sueldos, recursos, vehículos modernos, apareció el ce-lular para todos y computadoras.
¿Era una época de muchos cam-bios?
Si. Había que estudiar todo porque todo cambiaba y el productor estaba sufriendo, eran cambios radicales, nos pasó de forma similar que a los neozelandeses. Nosotros nos ade-
lantamos pero no nos dejaban hablar del tema porque no compartían lo que pasaría, incluso no pudimos pu-blicar informes sobre la visita a Nue-va Zelanda donde se podía visualizar el futuro de Uruguay.
En esa época, lo primero que hice cuando asumí la conducción del Área Ganadera fue llevar a cuatro zo-nas del país a los principales nego-ciadores de Uruguay en el Mercosur, a hablar con productores de todo el país, ya que en esos años se estaba frmando ese tratado. Le estábamos diciendo al productor que no se pue-de producir lo que se quiere, sino que hay que saber lo que el mundo quiere, seguramente esté resolvien-do mi destino alguien que come carne en Paris. Eso que hoy parece fácil había que decirlo en esa época. Me acuerdo que era Director de la revista, y propuse que la edición de los 25 años fuera escrita por referen-tes de la política y producción. En la tapa elegimos poner las piernas
de un hombre, una pierna tenía la bombacha del campo y otra con un pantalón de vestir y un portafolio, un pie en la ciudad y otro en el campo. El productor debía saber que animal se debía producir para el mundo por-que Uruguay cambiaba. Trabajar en los 80 y 90 era muy difcil, hoy se ve más fácil.
Era difícil dar la cara cuando noso-tros mismos no sabíamos que hacer en el campo porque los números no daban, el nivel de endeudamiento era enorme, el trigo se vendía a 120 dólares, la cebada menos, la soja a 230, incluso ni se plantaba, el arroz menos de 8 dólares la bolsa, el kilo de carne seguramente menos de 1 dólar. Todo eso fue un gran desafío, pero a su vez obligaba a pensar, a leer, salir, nos ligábamos muchos cascotazos con y sin razón. Incluso muchas veces el productor no tenía acceso a una autoridad, entonces cuando veían un coche ofcial hacían sus descargos, de los cuales mu-
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