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bién le servía mucho la vaca fallada porque con las vacas hacían plata, entonces era un círculo vicioso.
¿Cómo valora el trabajo del Plan Agropecuario en esa época?
Fue una etapa muy importante de Uruguay. Para mí, hicimos una siem-bra, lo que hoy es una cosa natural en tamberos y productores en aquel mo-mento no era natural, y aportamos mucho al desarrollo del campo. Hoy tal vez no se valora porque se aplican técnicas de uso corriente, la obra que hizo el Plan fue muy importante. Eso se debió a la mística que teníamos, nunca había visto gente con tantas ansias de trabajar. Un técnico, Gam-beta, tenía un cartel que decía“Lo difícil lo hacemos enseguida, lo im-posible nos lleva un poquito más de tiempo “, gente entusiasmada por tra-bajar. Además que estábamos muy bien controlados por un Comisión Honoraria integrada por delegados de todo el país, no se podía hacer ninguna cosa fuera de lugar. Un ejemplo era el uso de las camionetas Land Rover; no se hacía ningún uso particular, eso era una falta grave del técnico aunque fue-
ra tirar una zorra para un productor. Esa Comisión se reunía con los presidentes del Plan y nos controlaban mucho, lo cual nos hacía crear conciencia del buen uso de las cosas públicas. Teníamos buenos vehículos, que se cambiaban seguido, buen mantenimiento, trabaja-mos cómodos y respondimos. Era una organización que se le había dado una importancia superlativa. Hoy el Plan en cierta manera debería tener una relación íntima con el INIA, pero como institución porque hay produc-tores que no se les llega, al productor hay que llegarle con su idioma y el Plan puede.
A nivel personal, aprendí mucho con los productores. Una de las cosas que tenemos que aprender los técnicos es que si los productores han subsistido hasta ahora en Uruguay, aunque ahora hay muchísimos menos, es porque han tenido el mérito de darse cuenta de los momentos, eso tiene un valor impor-tante para los técnicos que muchas ve-ces nos embalamos y decimos hay que hacer esto y esto y esto, pero hay que respetar los tiempos. Recuerdo a un productor que se llamaba Pedro Julián del Barrio, de la zona de Alferez; en una
ocasión yo le decía que debía fertilizar y que aprovechara los camiones que iban cargados con arroz a Montevideo y trajera a la vuelta el fertilizante. Un día me tocó la pierna y me dijo “Inge-niero, usted dígame que hay que hacer que el ritmo lo pongo yo “. El sabía que podía conseguir un camión más barato. Uno aprende de la forma de hacer de la gente que en su andar pausado tienen mucho sentido común, así en muchas cosas.
La gente agradecía una mano, era común ir a la casa de productores y si habían cosechado algo nos hacían llevarnos siempre algo, boniatos, za-pallos, botellas de miel, y había que aceptar sino lo tomaban a mal. Si ve-níamos con muchas cosas nos repar-tíamos entre los técnicos.
En aquel tiempo te paraban en la esquina y te consultaban, ”Ingeniero, quiero hacer una mezcla de tal cosa “, nosotros le decíamos, nos acostum-bramos a brindar la información sin ningún egoísmo y te agradecían. Creo que hicimos un cambio en el Uruguay que no ha sido bien valorado y creo que el Plan tiene mucho para hacer.
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