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Aspectos
Generales |
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Nitrógeno
en el ciclo del cultivo |
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Consideración
final |
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Conclusiones |
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Aspectos
Generales |
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El nitrógeno (N) es vital para
las plantas y de particular importancia para el agricultor porque a pesar
de su abundancia en la naturaleza es el nutriente más limitante
del crecimiento en cereales. En trigo y cebada el N es el insumo de más
impacto sobre el rendimiento y con el que se logra el mayor retorno económico.
Se puede obtener más de 20 kg. de grano por kg. de N aplicado, por
lo que considerando una relación de precios insumo/producto de 4
para trigo o 6 para cebada la ganancia por kg de N invertido es elevada
e implica mayor rentabilidad de costos fijos y otros insumos (figura 1).
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Figura
1. Respuesta a N en un trigo de alto potencial sin interferencia de
enfermedades, en un suelo franco arcillo-limoso del litoral oeste.
La línea punteada es la respuesta promedio, con una eficiencia de
13 kg de grano/kg de N aplicado. En todos los años la fertilización
fue una práctica rentable. (Fuente: A. García Lamothe, 1997).
“1 kg de Nitrógeno = 2.17 kg.
de urea”
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Respuesta en trigo: 6 kg.
de grano por cada 1 kg. de urea aplicada
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Si bien la decisión más
importante que el agricultor debe tomar respecto a la fertilización
nitrogenada es cuánto N aplicar, el momento de la fertilización
puede modificar el efecto del nutriente tanto en rendimiento como en calidad,
es por eso que se hace referencia a estrategias de fertilización.
El modo de aplicación es una decisión más económica
que agronómica, pero puede ser relevante según el objetivo
de la fertilización.
1.2) ¿Por qué es
importante ajustar la cantidad de N a aplicar?
Porque subaplicaciones limitan el
rendimiento y pueden afectar negativamente la calidad, y aplicaciones excesivas
constituyen un riesgo de contaminación ambiental, reducen los márgenes
de ganancia y constituyen una pérdida de energía global.
El N en exceso puede causar mermas
en el rendimiento por ejemplo, promoviendo el vuelco, el ataque de
enfermedades, o perjudicando la calidad del grano, ya que rendimiento
y calidad no siempre son compatibles. Altos niveles de N aumentan la proteína
del grano, con la consecuente reducción en la calidad industrial
en cebada cervecera. En trigo, en cambio, una buena calidad panadera requiere
niveles altos de proteína en el grano; sin embargo el N en exceso
puede favorecer la síntesis de determinadas proteínas e inhibir
la de otras beneficiosas para la panificación.
El criterio básico para manejar
de un modo racional a los fertilizantes nitrogenados es: “suministrar
al cultivo la cantidad de N requerida para lograr la máxima productividad”.
De esa forma el impacto ambiental se minimiza y se maximiza el retorno
económico. Por otro lado, para que el N sea usado de la forma más
eficiente posible el producto cosechado debe adecuarse a su uso final.
Actualmente la liberación de los mercados exige que el grano de
trigo compita exitosamente, esto implica reducir costos de producción
y/o mejorar la calidad.
1.3) ¿Qué criterios
usar para definir la mejor estrategia de fertilización?
En primer lugar debe enfatizarse
que la recomendación de fertilización no puede ser fija.
El clima, el tipo de suelo, el cultivo, su potencial genético,
los residuos de cultivos previos, el laboreo, las enfermedades y
plagas, entre otros factores, influyen sobre la respuesta a la fertilización.
El agua disponible en el suelo explica comúnmente, grandes variaciones
entre años. Tanto la escasez como los excesos de agua en el suelo
limitan la absorción de N. Los suelos secos reducen los mecanismos
de absorción, y el crecimiento, los excesos de agua provocar
muerte de raíces, y además, promueven pérdidas de
N del fertilizante.
Para definir la estrategia
de fertilización más adecuada es importante conocer:
• el comportamiento del N en el
suelo y los procesos que afectan su disponibilidad
• los eventos que van ocurriendo
en el cultivo, definiendo el rendimiento potencial
• el efecto del N sobre los componentes
del rendimiento
• la capacidad de absorción
del cultivo en los diferentes estados de crecimiento.
1.4) ¿Cómo es la dinámica
del N en el suelo?
El ciclo del N en el suelo
puede dividirse en entradas y salidas de N e incluye diversas transformaciones
entre formas orgánicas e inorgánicas. La mayor parte
del N del suelo está en forma orgánica (97-99 %). Como las
plantas utilizan N inorgánico (amonio y nitrato) su disponibilidad
para el cultivo depende de la descomposición de la materia orgánica,
de la cantidad de N aplicado como fertilizante, y de la competencia por
N entre plantas y microorganismos del suelo.
La materia orgánica del
suelo está constituida por diferentes fracciones. El humus es el
material más estable y resistente a la degradación. Los residuos
frescos de cultivos en cambio, son rápidamente descomponibles con
relación al humus, pudiendo llegar a aportar una cantidad considerable
de N al cultivo siguiente (leguminosas). Es por ello que para formular
recomendaciones de fertilización puede ser más útil
conocer el cultivo previo que el contenido de materia orgánica.
La biomasa microbiana es la parte viva de la materia orgánica y
la más fácilmente degradable.
Mineralización - inmovilización
son procesos opuestos que ocurren en el suelo simultáneamente
regulando la disponibilidad de N. El tipo de laboreo, la calidad, cantidad
y ubicación de los residuos en el suelo, hace que uno u otro proceso
domine. Inmovilización es el uso de N por los microorganismos para
satisfacer sus requerimientos nutricionales. Si este proceso es el dominante
se dice que hay inmovilización neta y baja la disponibilidad de
N en el suelo, pero la población microbiana es dinámica y
una caída de la misma es seguida por liberación de N al suelo.
La mineralización es
la transformación de materiales orgánicos a inorgánicos.
Este proceso de descomposición es llevado a cabo por organismos
del suelo e implica su crecimiento e inmovilización de N. Sin embargo
si los residuos son ricos en N (> a 2%), hay mineralización neta
y aumenta la disponibilidad de N en el suelo. El proceso es controlado
por la humedad, la temperatura y la aireación, entre otros factores.
La fauna, los hongos y ciertas bacterias tienen un rol fundamental
en las primeras etapas de la descomposición. Una población
muy diversa de bacterias y hongos es responsable de las transformaciones
posteriores que culminan con la liberación de amonio (NH4).
El amonio proveniente de la
mineralización o de fertilizantes comerciales, puede ser absorbido
por las plantas, usado por los microorganismos, fijado en arcillas del
suelo, transformado a amoníaco, o biológicamente convertido
a nitrato (nitrificación).
¿Qué salidas de
N (pérdidas) influyen más sobre la eficiencia de la fertilización?
El pasaje de amonio(NH4) a nitrato
(NO3) ocurre en un par de semanas en la mayoría de los suelos agrícolas.
El suelo puede retener NH4 pero en cambio el NO3 es muy soluble y susceptible
a ser perdido por procesos naturales que reducen su disponibilidad en el
suelo. La denitrificación es una pérdida
gaseosa de N que puede proceder al agotarse el oxígeno (O2) en el
suelo, por ejemplo, por exceso de agua. Entonces ciertos microorganismos
usan NO3 en lugar de O2, liberando gas N2O o N2 que escapa a la atmósfera.
En suelos pesados y/o de pobre drenaje puede ser la vía de pérdida
de N cuantitativamente más importante.
La lixiviación o
lavado de nitrato es otro proceso favorecido por los excesos de agua
en el suelo. Es más relevante en suelos arenosos donde el agua y
el NO3 disuelto en ella se mueven rápidamente hasta quedar fuera
del alcance de las raíces. Un suelo arcilloso tiene menor potencial
de lixiviación porque el movimiento del agua es más lento,
aunque si desarrolla grietas el agua puede moverse rápidamente a
través de ellas.
Nitrógeno
en el ciclo del cultivo |
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2.1) ¿Por qué no
es recomendable aplicar todo el N a la siembra?
Porque en las etapas iniciales el
cultivo tiene reducida capacidad de absorción de N y una proporción
significativa del nutriente quedaría expuesta a procesos de pérdida.
Si en cambio, el suministro de N acompaña los requerimientos del
cultivo se reduce la probabilidad de ocurrencia de pérdidas significativas
del nutriente.
Por otro lado, al diferir parte del
N a etapas más tardías se evitan los efectos indeseables
de una alta disponibilidad inicial del nutriente, por ejemplo: excesivo
desarrollo foliar y sombreado, menor erección de las hojas, ambos
perjudiciales para la fotosíntesis; condiciones microclimáticas
favorables para el desarrollo de enfermedades, y un tejido más susceptible
al ataque de patógenos y al daño de insectos; agotamiento
del agua almacenada en el suelo. A su vez, el N inicial tiende a incrementar
la altura de las plantas, lo que resulta en mayor susceptibilidad al vuelco.
A estas desventajas se puede agregar
el efecto negativo sobre la calidad del grano que puede ocasionar el desarrollo
de macollos tardíos que no llegan a producir espiga y constituyen
una pérdida de N para la planta. Este fenómeno en trigo tiende
a reducir la proporción de N translocado al grano y en consecuencia
la proteína del grano.
En EEUU y Europa se recomienda fraccionar
la fertilización nitrogenada en 3 o más aplicaciones, pero
en países en vías de desarrollo las relaciones de precios
y los niveles de rendimiento hacen inviable un manejo tan intensivo. No
obstante, sobre la base de resultados experimentales, INIA-La Estanzuela
ha recomendado el fraccionamiento de la fertilización en trigo y
cebada como una forma de reducir las pérdidas de N y así
aumentar la eficiencia de esta práctica de manejo.
2.2) ¿Cuándo aplicar
el N para lograr mayor eficiencia?
El N debe aplicarse en momentos críticos
y/o cuando es máxima la capacidad de absorción del cultivo.
En base al patrón de crecimiento (curva de acumulación de
materia seca) es posible identificar estos momentos, pues el crecimiento
es el que genera la demanda del nutriente. Por otro lado, como el efecto
del N sobre los componentes del rendimiento varía según el
momento de aplicación, la mejor estrategia de fertilización
depende a su vez, del objetivo que se persiga con la misma (rendimiento
vs. calidad).
En trigo y cebada los componentes
que determinan el rendimiento en grano son: plantas/m2 , espigas/planta,
granos/espiga, y peso del grano (figura 2). Los 3 primeros definen el rendimiento
potencial (granos/m2), el rendimiento final se concreta a través
del llenado del grano. De modo que el rendimiento potencial queda definido
relativamente temprano en el desarrollo del cultivo.
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Figura 2. Componentes
del rendimiento en trigo y secuencia de eventos que definen
el rendimiento, en una escala de tiempo arbitraria.
S=siembra, Em=emergencia,
M=macollaje temprano,
Es=espigazón,
An=antesis (floración),
GA=grano acuoso,
MF=madurez fisiológica,
C=cosecha.
Aplicaciones de N
anteriores a floración incrementan los granos/m2 producidos, fertilizaciones
posteriores pueden aumentar el peso del grano, aunque el efecto es escaso
y muy dependiente de factores ambientales. |
El N puede tener efecto beneficioso
sobre todos los componentes del rendimiento, pero la existencia de fenómenos
compensatorios hace que comúnmente el aumento en uno de ellos resulte
en caída de otro, resultando difícil definir una combinación
óptima de componentes. El fenómeno compensatorio es más
relevante en trigo que en cebada porque el trigo puede modificar más
el tamaño de la espiga dada su capacidad de producir más
de un grano por espiguilla. El parámetro que mejor explica el incremento
en rendimiento es granos/m2 en la mayoría de los casos (figura 3).
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Figura
3. Efecto de dosis crecientes de N sobre espigas/m2 y granos/m2. Mientras
que el impacto sobre el primer componente es más fácil de
visualizar, granos/m2 es el parámetro que mejor explica el incremento
en rendimiento debido al agregado de N. |
2.3) ¿Qué tan importante
es el N inicial?
Entre emergencia y comienzo del macollaje
el requerimiento de N del cultivo es bajo porque es escasa la producción
de materia seca, por consiguiente es posible que sea satisfecho por el
aporte del suelo en años promedio.
En experimentos regionales de trigo
conducidos en el litoral oeste, un 35 % de los casos requirió N
a la siembra para maximizar la eficiencia de fertilizaciones posteriores.
En cebada cervecera, el N a la siembra fue necesario en 80-90 % de los
casos. ¿Porqué el N al inicio del cultivo fue más
importante en cebada que en trigo? En parte por que las chacras de cebada
tenían en promedio más años de cultivos previos que
las de trigo.
Es importante enfatizar la relevancia
de los residuos de cultivos previos en lo que respecta al poder de suministro
de N del suelo y la consecuente respuesta al nutriente. En chacras con
rotaciones de pasturas con leguminosas, aún después de 2
cultivos previos, la aplicación de N a la siembra no es de vital
importancia cuando se realiza laboreo convencional. En cebada, el
N a la siembra puede llegar a ser más relevante que en trigo porque
su menor capacidad de modificar el tamaño de la espiga hace al número
de espigas más importante para maximizar el rendimiento y el N tiene
marcado efecto sobre este componente.
A pesar de lo discutido anteriormente,
es común que se recomiende aplicar una dosis baja de N a la siembra
para lograr una buena implantación del cultivo. Se trata de un “seguro”
contra determinadas situaciones en las que puede ser beneficioso aplicar
N, como por ejemplo, una mala preparación de la tierra y/o un ambiente
adverso para el desarrollo de las raíces. El N a la siembra incrementa
el vigor de las plantas, promueve el macollaje, ayuda a compensar bajas
poblaciones en chacras mal preparadas, o la muerte de plantas por plagas
o enfermedades, e incrementa el número de espigas. Sin embargo su
efecto sobre el rendimiento en trigo y cebada es comúnmente menor
que el de aplicaciones posteriores.
2.4) Nitratos en el suelo
El análisis de suelo es una
herramienta útil para decidir la aplicación de N a
la siembra. En trigo se ha observado una buena relación entre el
nivel inicial de nitrato y el rendimiento en grano, o la respuesta a N
(figura 4). Bajo condiciones climáticas normales, una concentración
de N como nitrato (N-NO3-) en los 0-40 cm, inferior a 15 ppm (mgN/kg de
suelo) refleja escaso poder de suministro de N. En ese caso es aconsejable
aplicar N (18-20 kg/ha). La gran dependencia del nitrato con el régimen
de lluvias anterior al muestreo hace necesario tener presente las condiciones
climáticas para una buena interpretación del dato.
“Realice análisis
de nitratos al inicio
de macollaje” |
2.5) N al Macollaje
Tanto en trigo como en cebada la
producción de materia seca incrementa marcadamente durante el macollaje
y por consiguiente los requerimientos de N. A fin del macollaje el
trigo ha absorbido un tercio aproximadamente del N que utilizará
en todo su ciclo. La cantidad absoluta depende de la materia seca acumulada
y el estado nutricional del cultivo, y se relaciona con el rendimiento
potencial.
En esta etapa es más probable
la deficiencia de N, sin embargo en chacras nuevas ( 1 o 2 años
de cultivos previos) bien manejadas, el aporte de N del suelo es comúnmente
suficiente para permitir una producción de macollos que no limite
el número de espigas y la expresión del potencial de rendimiento.
En caso contrario, la aplicación de N aumenta el macollaje notablemente,
aunque su efecto sobre el rendimiento final es comúnmente
menos marcado que el de fertilizaciones posteriores.
El análisis de nitrato
en el suelo al inicio del macollaje es aún una herramienta válida
para decidir la fertilización, ya que la absorción del cultivo
y su efecto sobre la acumulación de nitrato comienza a ser importante
después de iniciado el macollaje activo. Valores de NO3-N mayores
a 25 ppm en los 0-40 cm de profundidad indican comúnmente, una adecuada
disponibilidad de N.
Valores menores a 25 ppm son difíciles
de “traducir” a recomendaciones de fertilización, pero la experiencia
en trigo permite hacer una aproximación grosera: por cada
5 ppm de N-NO3- por debajo de ese nivel, se requieren 20 kg de N/ha
para asegurar que el estado nutricional del cultivo a fin del macollaje
no limite la expresión de alto rendimiento. Ello implica una aplicación
máxima de 60 kg de N/ha al macollaje, ya que valores inferiores
a 10 ppm (0-40 cm) son poco frecuentes en suelos de la región.
Si se opta por fertilizar a la siembra
y no al macollaje, puede utilizarse este mismo criterio para estimar la
dosis de N a aplicar, aunque la eficiencia de la fertilización puede
ser algo menor dependiendo de las condiciones ambientales.
“Macollaje – encañazón:
momento clave” |
2.6) ¿Qué ocurre
con la demanda de N durante el encañado?
La demanda de N es máxima
entre el inicio del encañado (1er nudo visible) y floración.
Durante ese período el cultivo puede asimilar de 3 a 5 kg de N/ha/día.
Esta demanda de N es sólo excepcionalmente satisfecha por el suelo,
cuyo poder de suministro varía entre 0.5 y 2 kg de N/ha/día.
Aún en chacras nuevas o de buena
fertilidad natural si la meta productiva es elevada (> a 5 ton/ha) es conveniente
aplicar N al inicio del encañado. Tanto en trigo como en cebada
la máxima eficiencia (kg de grano/kg de N aplicado) se logra
con fertilizaciones entre fin de macollaje (10 % de las plantas con un
nudo visible) y 2 nudos visibles, pero es muy dependiente de la disponibilidad
de agua en el suelo. Aplicaciones más tardías resultan progresivamente
menos eficientes.
La utilidad del análisis de
nitrato a fin del macollaje es limitada para estimar cantidad de
N a aplicar. El consumo del cultivo no permite al nitrato acumularse en
el suelo, su concentración es relativamente baja y sumamente variable.
Sin embargo, la disponibilidad de nitrato en este momento puede indicar
la necesidad o no de fertilizar. Si el valor de N-NO3- en los 0-20 cm de
profundidad es superior a 15 ppm, es escasa la probabilidad de que
el cultivo responda al agregado de N, ya que valores tan altos sólo
se encuentran cuando el suelo tiene buen poder de reposición de
N por mineralización. Resulta imposible, en cambio, transformar
valores de nitrato por debajo de ese nivel crítico a dosis de N
a aplicar, pues a diferencia de lo que ocurre en etapas más
tempranas, no se ha encontrado una asociación clara entre nitrato
y rendimiento. En este estado del cultivo es conveniente complementar
el análisis de suelo con el diagnóstico foliar.
2.7) ¿Qué es el
diagnóstico foliar y cuál es su utilidad?
El diagnóstico foliar
mide el estado nutricional de la planta y se basa en la asociación
existente entre la concentración de N en los tejidos vegetales y
el rendimiento en grano para establecer la deficiencia del nutriente. En
trigo y cebada se han determinado niveles críticos para concentración
de N en plantas a fin del macollaje. El nivel crítico es el valor
por encima de la cual el N es suficiente y no hay que fertilizar al cultivo.
En trigo, se han establecido valores
críticos para rendimientos entre 1.5 y 4.5 ton./ha. El nivel crítico
para 1.5 ton/ha es 1.5 % (g de N/100 g de MS), el valor aumenta con el
potencial de rendimiento en aproximadamente 1 % por ton. de grano,
por consiguiente para producir 4.5 ton./ha el nivel crítico
es cercano a 4.5 %.
El % de N de los tejidos en
un cultivo con desarrollo normal, refleja como fue la disponibilidad de
N hasta ese momento, por lo tanto es un indicador de la capacidad
de suministro de N, y da una idea del rendimiento posible si no se agregase
N extra. Esa información y una estimación del rendimiento
potencial permite aproximar la cantidad de N a aplicar. La diferencia entre
el rendimiento posible si no se fertiliza con N al encañado y el
rendimiento potencial, estimado a partir del estado general del cultivo
y la experiencia previa, debe obtenerse a través del agregado de
N. Como el trigo necesita asimilar unos 30 kg de N para producir
1 tonelada de grano y en promedio sólo la mitad del N de los
fertilizantes comerciales queda disponible (50 % de eficiencia), habría
que aplicar 60kg de N por tonelada de grano extra que se pretenda obtener.
Aparte de limitaciones de orden práctico
del análisis foliar, precisión de muestreo, conocimiento
del cultivo y de factores que lo hayan afectado, etc., esta aproximación
requiere asumir un valor de eficiencia, estimar el rendimiento potencial,
y no considera el óptimo económico, por consiguiente es prioritario
continuar investigando al respecto. Es necesario desarrollar un método
rápido y preciso para establecer el estado nutricional del cultivo,
ya que el tiempo que insume el análisis de N total constituye
una limitante a la adopción de esta tecnología. Para establecer
el rendimiento potencial el productor o el técnico asesor puede
apoyarse en mapas de rendimiento de la chacra. Respecto a la eficiencia
de la fertilización, el clima juega un rol importante pero a medida
que el manejo del cultivo es mejor más estable es la eficiencia.
2.8) ¿Qué pasa con
el N en el período floración-cosecha?
En general la absorción de
N decae o cesa luego de la floración, pero si las condiciones ambientales
son favorables (disponibilidad de agua, nutrientes, etc.) puede prolongarse.
Las aplicaciones de N en este estado del cultivo tienen poco o ningún
efecto sobre el rendimiento aunque pueden llegar a modificar el peso del
grano (Figura 2).
2.9) ¿Cómo afecta
a la calidad del grano el manejo de N
recomendado para maximizar el rendimiento?
Cuanto mayor es la respuesta en grano
menor es el impacto del N sobre la proteína del grano. Por consiguiente,
mientras que para optimizar el rendimiento se recomienda fertilizar antes
del encañado, de modo de aumentar el número de granos/m2
, es razonable que aplicaciones de N posteriores, tengan mayor efecto sobre
la concentración proteica del grano.
En cebada, una alta concentración
de N crea problemas durante el malteo.
En algunas regiones de Europa se
recomienda aplicar N por encima del óptimo económico para
asegurar la calidad del grano de trigo. Esta práctica además
de ser discutible desde el punto de vista ambiental, no parece económicamente
viable con las relaciones de precios que se manejan a nivel local.
Resultados experimentales en trigo
indican que si la fertilización se basa en el óptimo
económico la proteína se mantendrá dentro de valores
aceptables para la industria. Cuando el suministro de N a lo largo del
ciclo del cultivo es el adecuado, la proteína del grano es 11.5
% o mayor. Esta información confirma la obtenida en otras
regiones del mundo y le permite al productor saber si está utilizando
o no suficiente N en sus cultivos. Un contenido de proteína menor
a 11.5 % diagnostica deficiencia de N en algún estado de crecimiento.
Si el principal objetivo de la fertilización
nitrogenada fuese aumentar la concentración de proteína del
grano, debería pensarse en un manejo del insumo que incremente su
eficiencia, como por ejemplo, estrategias de fertilización posteriores
al encañado.
Consideración
final |
|
Es importante enfatizar que muchos factores, algunos controlables
y otros no, pueden contribuir a reducir la respuesta a N. Se mencionó
al agua disponible, a la incidencia de enfermedades y plagas, etc. La deficiencia
de otros nutrientes comúnmente no limitantes, puede reducir la respuesta
al N al intensificarse la producción. A través de la corrección
de deficiencias se podría aumentar la productividad y probablemente
la calidad, no obstante, es importante basar las recomendaciones en resultados
experimentales.
Cultivos de alto potencial, bien manejados responderán económicamente
al agregado de N en la mayoría de las situaciones, por consiguiente
en la medida que el sistema de producción sea más seguro,
controlándose más los factores de manejo que afectan el desarrollo
del cultivo, el N será usado más eficientemente. Por el contrario,
un manejo inapropiado del cultivo puede hacer de ésta una práctica
insegura.
Conclusiones |
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• En trigo y cebada el nitrógeno
es el insumo de mayor impacto y el que provoca mayores retornos.
• El nitrógeno tanto en exceso
como en déficit es negativo. Dar al cultivo la cantidad de nitrógeno
requerida para el máximo retorno.
• Existen varios mecanismos de pérdida
de nitrógeno del suelo por eso hay que suministrarlo al cultivo
en forma fraccionada.
• El período de mayor absorción
de nitrógeno por el cultivo va desde el inicio del macollaje a la
encañazón, con el máximo entre fin de macollaje y
dos nudos.
• Para optimizar el uso del nitrógeno
hay que realizar análisis en los momentos claves:
1) siembra (nitratos suelo)
2) inicio macollaje (nitratos suelo)
3) fin de macollaje (análisis foliar)
• Si los nitratos a la siembra son menores a 15 ppm probablemente haya
que fertilizar.
• Al macollaje los nitratos en el suelo mayores a 25 ppm indican adecuada
disponibilidad.
• El N en planta está relacionado con el rendimiento final.
• Un uso eficiente del nitrógeno lleva a una buen nivel de proteína
en grano.
• En la decisión de fertilización hay otros factores importantes
a tener en cuenta, historia de chacras, régimen de precipitaciones,
enfermedades, plagas, etc.
Esta cartilla fue elaborada
por
la Ing. Agr. Adriana
García Lamothe (I.N.I.A. La Estanzuela)
Agradecemos las sugerencias
del Ing. Agr. Ismael Turban (Centro Agronómico de Río Negro)
y de la UEDY.
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